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Gabriel Sanjurjo Castelao
Se expuso en el número anterior que una de las formas de mantener al máximo la funcionalidad del individuo, y hacer más sencilla la labor de los cuidadores, era modificando el ambiente físico en el cual se desenvuelve, facilitándole la realización de sus tareas. Vamos a centrarnos ahora en sus capacidades para hacer "actividades propositivas", en las que hace con un fin, con un propósito, en sus Actividades de la Vida Diaria (AVD). Este término, que actualmente se emplea de una manera general, se refiere dentro del campo de la Rehabilitación a áreas muy específicas. Podríamos definirlas como "todas aquellas tareas que el ser humano realiza de una forma cotidiana, y cuya no realización supone mayor o menor grado de discapacidad (pérdida de función)", lo que le lleva a dependencia de terceras personas. De ahí la importancia asistencial/económica y social/familiar que conllevan las AVD. Tanto su valoración como su abordaje terapéutico es de especial importancia en el mundo de la discapacidad (recordemos que los síntomas y signos necesarios para el diagnóstico de la discapacidad no son los mismos que se requieren para el diagnóstico de la enfermedad, por lo tanto, la terapéutica varía). Por ello, el abordaje adecuado de las AVD y sus alteraciones es primordial para una eficaz intervención, de los especialistas y del cuidador, en los enfermos de EA. Las actividades que realizamos todos los seres humanos se separan en tres grupos: - AVD Básicas (AVDB): Son las referentes al autocuidado y movilidad.( TABLA 1 )
Todas estas actividades (sobre todo las básicas e instrumentales), se tienen que realizar un gran número de veces a lo largo del día. Si tuviésemos que concentrarnos en ellas cada vez que las realizamos nos supondría un gran esfuerzo. De ahí que el ser humano las convierta en lo que llamamos rutinas (p.ej. Cuando aprendemos a conducir necesitamos "estar pendiente" de: mirar hacia delante, los pedales, las marchas, etc.. Una vez que adquirimos las rutinas podemos mantener una conversación con otra persona, estar pensando en otra cosa, etc..). Estas "actividades automatizadas" engloban a casi todas las AVDB y AVDI. Para realizarlas ponemos en marcha, de una forma coordinada, gran número de capacidades/habilidades de diferentes sistemas (sentidos, nervioso, musculoesquelético, cardiovascular, respiratorio...). La alteración de cualquiera de estos sistemas conlleva un "fallo" en la realización de las AVD. En la EA la afectación primaria es neurológica pero afecta secundariamente también al resto de sistemas y con un curso involutivo. Por ello, cuando se plantea una línea de intervención terapéutica individualizada, se refiere a una actuación a múltiples niveles y facetas del individuo-familia-entorno. Todos sabemos que no existe un tratamiento curativo para la demencia senil tipo Alzheimer, pero sí existe un tratamiento paliativo de los síntomas (farmacológico) y también un tratamiento de las discapacidades que conlleva. Desde la perspectiva rehabilitadora de la Terapia Ocupacional se busca mantener al máximo posible la autonomía en las AVD, este es nuestro objetivo. Es primordial disminuir la evolución de la discapacidad y mejorar la calidad de vida del enfermo y de su familia. Esto no se podría conseguir sin un enfoque integral del individuo que permita abordar la compleja problemática de los enfermos de EA desde el plano psíquico, físico y social., incluyendo el entorno, ya que todos estos factores actúan de una u otra manera sobre la realización de las AVD. De ahí que las técnicas que empleamos abarquen todos esos aspectos. En la Tabla 2 vemos las técnicas, aplicables en contexto individual
y/o grupal, más importantes que ofrece la Terapia Ocupacional. En
sucesivos números, dada la extensión, se desgranará
y explicará cada una de ellas.
Hay que insistir en que la carga de todas estas tareas recae sobre la figura del cuidador, que no es un profesional de la salud, y al que la supervisión casi constante, la implicación emocional, la responsabilidad, sobrepasa en muchos casos. También es él, el cuidador, la persona que más puede hacer para que la exigencia en la realización de las AVD sea menor, facilitando al enfermo, estimulándolo, y para dar continuidad a las actuaciones terapéuticas. Para hacer más comprensible, más sana, más fácil de llevar esta temible enfermedad. Se presenta en la Tabla 3 una serie de consejos generales sobre el abordaje,
desde el punto de vista del cuidador, de las AVD, y que nos ayudarán
a mantener la autonomía del enfermo. Se debe tener en cuenta que
las actuaciones con el anciano que padece EA se dirigen a mejorar la calidad
de vida y su dignidad. No hay que dejarse llevar por el desánimo
y tenemos que estar convencidos que nuestras actuaciones son las correctas.
Es imprescindible, además, que el cuidador tenga en cuenta su propio
bienestar y recordar la máxima "Cuidarse a sí mismo para
poder cuidar a los demás".
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